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PADRE JOSÉ MARÍA VILASECA AGUILERA.

 

El Padre José María Vilaseca, nació en Igualada, Barcelona, España en el año de 1831 lugar en donde se interesó por los estudios religiosos y por prestar su servicio a la Iglesia. Gracias a la invitación del Padre Armengol vino a México en el año de 1853 e ingresó a la Congregación de la Misión profesando como religioso vicentino y en 1856 se ordenó sacerdote. Vilaseca desarrolla en México una importante obra de defensa de la fe, especialmente dirigida a honrar a la Virgen María, con diferentes publicaciones y escritos, y fue así como según lo narra él mismo, ella le inspiró un gran deseo de conocer, amar y difundir la devoción a San José: la gracia que Ella, nos concediera  fue, el habernos comunicado un grande amor hacia  el señor san José y grandes deseos de darlo a conocer”.

Durante el mes de marzo de 1871, Vilaseca concibió del Señor San José “ una explicación clara y sencilla de sus gracias, dones, privilegios y excelencias” por lo que inició en el mes de julio del mismo año la publicación de “El Propagador de la devoción al Señor San José” reimpreso en tres ocasiones y que continúa sin interrupción hasta la fecha. Cabe señalar el Papa Pío IX en 1870 declaró a San José Patrono de la Iglesia Universal. (cf. Decreto Quema dmodum Deus). Su celo apostólico lo lleva a fundar en 1872 diferentes obras, todas ellas en torno a la espiritualidad y patrocinio de San José: la Asociación Universal de los Devotos del Señor San José, el Colegio Clerical del Señor San José, los Misioneros Josefinos, y las Hermanas Josefinas. Sufre la persecución religiosa por lo que tiene que salir de México en 1873 y aprovecha este viaje para consolidar sus diferentes obras y solicitar la aprobación pontificia para los institutos josefinos, que logra en 1903. Es importante anotar que la obra del Padre Vilaseca le exige salir de la Congregación de la Misión en 1877 y continuar con las obras Josefinas. Dice el P. Antonio Rivera, m.j. que “fue discípulo misionero de Jesús, apasionado por la salvación de los más humildes y necesitados, escritor fecundísimo y que vivió en situaciones verdaderamente difíciles; su gran corazón de fundador y padre, de educador y misionero” lo caracterizaba. El Padre Vilaseca murió en 1910 en la capital mexicana.

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